valderrama 11


























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Metzker
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hardboiled


te volé la tapa de los sesos
y luego pregunté por ti
como vi que ya no estabas
entré a tu cuarto
y me puse
el mejor de tus vestidos
era tan corto
tan rojo

Ismael Velázquez Juárez
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Mateusz Kolek
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Billy The Kid

Sucede que en un pueblo de provincia,
cubierto de polvo y trasparente contra la luz
del ocaso
Billy The Kid bebe un tequila interminable
corroído por el tequila y la intemperie
que ha entrado a saco en la cantina
con olor a lluvia y un insólito olor a madréporas
y algas
Billy The Kid suele hablar con viejos tripulantes
del Empire Star, cuyos huesos
blanquean el mediodía de México
y sólo él sabe por qué el orgullo naval de Gran Bretaña
yace bajo la arena inquieta y el grito de los lobos.

Billy abrazado a las caderas de la muerte
en un reservado de empapelado roto
conoció el secreto de la congoja del mundo
lánguido e indolente cabalgó entre los riscos
repartiendo balazos como pan a los pobres
y no paró a meditar ni un momento
puesto que no necesitaba meditar sobre sus codos
aquel que abrazó las caderas de la muerte
y pagó por su amor dos dólares de plata
Y aquel que aprendió el secreto de la congoja del mundo
no puede menos que deambular entre el peligro
y el whisky con cierta parsimonia
jugarse la vida y doblar siempre la apuesta.

Así Billy The Kid sucio de mujeres
y de las taciturnas noches del desierto
del hollín de las fogatas que el demonio
enciende en el salitre
cabalga por las provincias donde el sueño
reina todavía
con su Smith & Wesson temblorosa
y la nuca roída por los cuervos
En un pueblo de provincia
en la cantina donde alguna vez cantaron
los ajos los pimientos los duros pezones mexicanos
y ahora sólo cantan
los marineros del Empire Star ebrios de viento
Billy bebe tequila para siempre
sus ojos sin párpados alumbran la fiesta
de fantasmas
cuándo vamos a despertar Billy no sabe
no se pregunta nada contra la luz del ocaso.

Jorge Aulicino
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Angie Hoffmeister
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Necesidad de los poemas perfectos desde su inicio hasta su ejecución pública a la manera de Luis XVI, por poner un caso

Si un poema no es
desde sus primeros momentos
un desastre natural
no termino de leerlo.

Repito:

si el objeto textual, el registro performático de la experiencia o lo que se quiera; si la escritura, el berrinche

o lo que se quiera,

si el saber de la tribu no viene en forma de un golpe irreparable en el centro del lenguaje, si no revive por lo menos una zona de fantasmas,
no termino de leerlo.

Me parece que los, por así llamarlos, escritores de poemas,
inscriptores de poemas,
los adolescentes perpetuos
que bajan las escaleritas de prosas cortadas al ras
como esta,
se han tomado tan en serio a sí mismos que es preciso revocarles las licencias poéticas

de manera gremial, inmediata y retroactiva.

Con esta cantidad de poemas, un modesto lector tendría
para pasarse la vida escarbando
en la pelusa de hondos, orondos ombligos.

No leer, pues,
adquiere aquí una importancia de primer orden
y de segundo y de muchos órdenes:

(manifiesto: la especificidad o nada)
(manifiesto: la ciencia o nada)
(manifiesto: perdices o nada)

Zoologías de lectura de corte

1) pragmático;
2) de acendrada pereza;
3) de vocación por lo solamente más preñado de asombro;
4) de una fe, por así llamarla, en el idioma;
5) de un contrato ineludible con la muerte y con el pan.

Llega un momento en la vida del modesto lector
donde son necesarios únicamente
los poemas perfectos, poemas
o unidades de desarrollo textual,
si se quiere,
de extrañeza frente al idioma
si se quiere,
que lo lancen a uno varias veces al día
por las escaleras
(es que en las ciudades no se encuentra fácilmente
como si tal cosa
un abismo, menos dos),

que por lo menos le modifique a uno
la visión del mundo en fase Beta,
especialmente los poemas larguísimos
y los poemas especialmente cortos,
especialmente las prosas cortadas,
las coartadas poéticas
como el insomnio,
especialmente los koanes y los estornudos
de donde uno sale, literalmente, expelido,
siendo otro.

El peligro, claro, recae
en la pérdida de toda sutileza,
en la pérdida
de la gozosa posibilidad del aburrimiento,
de la sabia esterilidad,
de lo parco benéfico,
en fin,
en la pérdida del uso consensuado del punto y coma
se me ocurre,
de la praxis del susurro,
de todo lo que no sea un disparo,
de todo lo que no sea una teoría del disparo a quemarropa.

El peligro es que perdamos los matices que dan su especial coloradura a las cebras y a los tigres y los diferencian claramente de las páginas impresas,

el peligro será confundir un tigre con un poema, más por morbo y por el olor avinagrado de los belfos que a las adolescentas cuarentonas siempre les parece de lo más agradable,

el peligro será redundar, sobre todo, y escribirse de nuevo el canto quinto de Altazor por accidente, tiritando,

el peligro será sobre todo la pérdida del peligro,
los poemas que se pueden convertir en vinagre de escritorio,
cabecitas calvas de alfileres, el peligro
será enredarnos en la maraña intransitable
de hilos negros.

Javier Raya
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Metzker
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jumping monkeys of pain


no somos gran cosa
y aullamos
unas veces
es que prendimos fuego
a nuestros pantalones
por equivocación
otras es solo porque
que descubrimos en carne propia
la indiferencia de los perros
y aullamos
odiamos ser humanos
así que somos humanos
y aullamos
darwin mira
hacia otra parte
y dice volvamos al mono

Ismael Velázquez Juárez
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Mateusz Kolek
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Requiem

La muerte debe ser simple,
como unas largas vacaciones de las que no se vuelve nunca.
No creo que la muerte se apoye en una complicada maquinaria,
no hay relojeros secretos ni engranajes precisos.
La muerte es simple
como entrar por una puerta abierta; así, sin llamar.

Jorge Aulicino
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Angie Hoffmeister

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Lo que no

La fuerza de lo que no. De lo que 
en el umbral. Puertas 
del horno. El ahí del ahora. La cara 
del disfraz a medio. Panes 
quemados. Alimento de 
los fantasmas. Un aplauso. 
Una mancha de sangre. Entre 
las manos. Se acordaba. Yo 
me acuerdo. Recordar, poner 
cuerdas nuevas. Afinar un grito. Antes 
de. Umbral. Umbralarse. Meter 
la cara. Al sueño, por ejemplo. Un paso. 
Ni pequeño ni grande, pero mío.
Donde son los dragones. Por 
ejemplo. Lo aprendido. Del agua. 
Un rostro hace muecas desde. Esa piedra 
que me traje. La que tiene 
cara. La risa que le ves. Se 
ríe. Duro. Voy a poner aquí 

este espacio donde 
iba tu nombre. 


Para que el fantasma. Dejado 
aquí. A sus anchas. Me acuerdo. 
Aquí va. 
Donde no.


Javier Raya

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Metzker
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clítoris de gertrude stein

falso tú busca falso yo
para posible threesome
-ello sólo mira-
the blonde (a blondes taker)
rethinks and rings:
gertrudis ya está el té?
embriagarse es un vehículo y los huesos una nube de concreto?
somos un ave falsa dando grititos de dolor?
sí al 1, sí al 2 y sí al 3
todos fuimos una vaca en un tiempo
todos pastamos en el verde centro
mientras se borraban
lentamente
las orillas

Ismael Velázquez Juárez
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Ana Galván
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Rosebud

Es decir que estuvo suficientemente solo bajo la rama de un arce.
Levantó los ojos, los bajó, con infinita insistencia.
Se privó de todo.
Y cuando levantaba la vista veía: el arce
-una palabra-; humo, una nube amarilla.
Y cuando bajaba la vista veía una mata de pasto aplastada.
Donde habitaban unas moscas grises.
El hecho finalizó hacia la primavera de 1956.
Cuando presentó su experiencia a los mayores,
Ellos entendieron que el chico volvía de la guerra de guerrillas
porque en realidad no dijo una palabra.
“Este chico hablará el día del Juicio”, dijo la abuela,
pero se equivocaba.
Aquella permanencia bajo el arce –una palabra-
Había sumido al chico en esta reflexión:
“Tengo la potestad de irme de las palabras,
lo que significa lisa y llanamente irme.
Y, de permanecer bajo el arce –una palabra-
No puedo decir nada, puesto que soy un chico bajo el arce”.

No había que entender que aquello significara nada.
Excepto que el chico estaba bajo el arce, definitivamente
perdido para los significantes,
en una eternidad que carecía de sentido.

Jorge Aulicino
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Ana Galván
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Valderrama en su número 11 (que hubiera sido imposible sin la intervención de Ileana Garma-Estrella, a quien Carlos y Costa agradecemos) fue: